El estruendo repetitivo del tren me hizo volver a pensar en el mundo exterior. Por mucho que lo intente, no puedo imaginar el caos y la confusión en las mentes frenéticas de los forasteros, la constante carrera de ratas, la codicia, el yo egocéntrico, yo, yo. ¿Cómo podrían las personas llevar vidas satisfactorias y significativas mientras piensan solo en sí mismas? Toda mi educación, todo mi ser parece rebelarse contra la idea. Puedo entender que sus trenes podrían ser más rápidos, o su tecnología más avanzada, pero esto palidece en comparación con la armonía y la gloria de nuestra comunidad. La anciana sentada a mi lado va a trabajar, y el joven a su lado son iguales, iguales en que devuelven a la comunidad precisamente todo lo que pueden. Esto no es algo en lo que creo, esto es algo que sé, con todo mi ser. No puedo imaginar el estrés de tener que decidir qué hacer todos los días, ni la presión de preocuparme de si podré tener suficientes medios para sobrevivir, y mucho menos esforzarme. No, tiene sentido que no nos comprometamos con el mundo exterior. ¿Cómo podríamos incluso establecer contacto, tan suficientes por nuestra cuenta, que anhelan constantemente más? Somos tan inmensamente diferentes. Qué suerte tan increíble haber nacido aquí.