En la sociedad actual, hay una marcada separación entre generaciones, no solo en términos de mentalidad, sino también frente a las expectativas del gobierno y los nuevos estándares éticos. Las generaciones mayores, que han crecido en un contexto sociocultural muy diferente, a menudo son más reacias a adoptar ciertas ideas contemporáneas, como las relacionadas con la inclusión, la diversidad o las nuevas concepciones de identidad. El peso de sus creencias tradicionales, profundamente arraigadas en la educación y los valores de su tiempo, a veces los lleva a rechazar o temer estos desarrollos, que perciben como cuestionando su marco de referencia. Por el contrario, las generaciones más jóvenes, bañadas por un mundo en constante cambio, son más conscientes de las cuestiones de justicia social, igualdad de género, reconocimiento de las minorías y respeto por el medio ambiente. Estos nuevos temas son cada vez más tenidos en cuenta por los gobiernos e integrados en las políticas públicas, lo que refuerza aún más esta brecha entre las expectativas institucionales y los valores personales de las personas mayores. Esta división generacional a veces crea tensiones, donde las personas más jóvenes culpan a las personas mayores por su conservadurismo, mientras que las personas mayores denuncian una sociedad que consideran demasiado permisiva o inestable.