Para garantizar una verdadera justicia intergeneracional, debemos ir más allá de los modelos económicos que dependen del crecimiento sin fin. Un enfoque posterior al crecimiento para Europa reconoce que la prosperidad no puede basarse en el uso excesivo de los recursos, la destrucción ecológica, la profundización de las desigualdades y la infravaloración del trabajo asistencial no remunerado, todo lo cual socava el bienestar de las generaciones futuras. La verdadera justicia intergeneracional significa vivir dentro de los límites planetarios y distribuir los recursos de manera justa a través del tiempo. Esto requiere pasar del objetivo principal del crecimiento del PIB al bienestar y la atención como objetivo político central. La inversión pública debe priorizar la resiliencia social y ecológica —trabajo asistencial, educación, adaptación al cambio climático— y no el crecimiento por sí mismo. Los gobiernos deben supervisar y dirigir a los actores privados y las finanzas, ya sea a través de controles de capital y estructuras de propiedad pública, para abordar objetivos sociales más amplios más allá de los incentivos de rentabilidad. Los marcos presupuestarios deben reflejar este cambio, con herramientas como el bienestar y la presupuestación con perspectiva de género y medidas fiscales progresivas (por ejemplo, el impuesto sobre el patrimonio) que garanticen que el consumo actual de recursos no se produzca a expensas del mañana. Integrar un enfoque feminista posterior al crecimiento en la justicia intergeneracional es esencial para garantizar que los sistemas económicos funcionen para las personas y el planeta, ahora y en el futuro. No se trata solo de evitar daños, sino de construir una prosperidad compartida y sostenible entre generaciones en un planeta finito.