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Un punto de partida: terminar con el negocio del odio.

Avatārs
Elena Manzano

Vivimos en la era de la atención donde los negocios y empresas necesitan conseguir unos segundos de nuestro tiempo para ofrecer sus productos o servicios. Deben hacerlo en un entorno muy competitivo ya que las plataformas digitales han democratizado la comunicación y puesto su escaparate al alcance de cualquier usuario.

El "sesgo de negatividad" demuestra que las noticias y temáticas negativas captan más la atención que las positivas y es esto no pasa desapercibido a negocios, influencers, medios de comunicación e incluso ciertos sectores políticos. Basar sus contenidos en temáticas negativas y/o con discursos de odio altamente polarizados, consigue atención de los usuarios.

A día de hoy: más atención, más oportunidad de facturación. Y parece que hemos llegado al punto de que todo valga para conseguirlo.

El grave riesgo y consecuencia de no delimitar esta dinámica es la cantidad de impactos negativos que la ciudadanía recibe a diario y su normalización. Se está produciendo una educación y cultura del odio altamente peligrosa. El ciudadano piensa "Si los referentes utilizan el odio con tal normalidad... ¿Por qué yo no?" y lo replica en su entorno.

El cambio que buscamos para detener esta cultura del odio, pasa irremediablemente por legislar con mayor profundidad los límites del contenido de odio y/o polarizante en las plataformas que se lucran del mismo como redes sociales, foros públicos y medios de comunicación.

Libertad de expresión sí, pero con el respeto como base.

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